Es Canaret es una de esas pequeñas calas que, como joyas ocultas, se esconden secretamente en el norte de la isla de Ibiza. De aguas transparentes y tranquilas, su difícil acceso la ha mantenido a salvo de las grandes aglomeraciones de turistas.
De hecho, es habitual que quienes más la visiten sean aquellos que llegan hasta ella por barco, recorriendo la costa ibicenca o, por ejemplo, desde la cercana Cala Xarraca. Esto, y la particular historia de esta pequeña cala, le dan un encanto especial que lleva a muchos a acercarse a este lugar y descubrir su singular belleza.
Esta cala perdida en la costa norte de Ibiza fue, durante mucho tiempo, un lugar al que resultaba imposible llegar, debido a que el único acceso es cruzando una propiedad particular: una mansión con una torre construida en torno a la misma cala, erigida por encargo del empresario alemán Siegfried Otto, presidente de la compañía Giesecke & Devrient. Otto construyó aquí la mansión de sus sueños, e incluso quiso ser enterrado en ella, aunque las autoridades se lo impidieron: fue uno de tantos encontronazos que tuvo con las leyes españolas.
Cuando el empresario construyó en los años 60 la mansión y los jardines que pueden contemplarse hoy día, lo hizo ignorando la legislación y levantó su propiedad en torno a la pequeña cala, de la que se apropió como si fuera una parte más de su lujosa villa. Sin embargo, como ya hemos dicho otras veces la ley de costas dicta que TODAS las playas de Ibiza son de dominio público, y por tanto ninguna persona, ni ningún muro o cerca, pueden impedir que entremos en ellas.
El multimillonario alemán intentó una y otra vez cerrar el camino para acceder a Es Canaret, pero finalmente no pudo conseguirlo. Así que los propietarios han tenido que habilitar un camino de acceso para que cualquier persona pueda, atravesando la finca privada, acceder a la cala.
A modo de anécdota, mencionar también que el islote que vemos frente a la cala fue usado durante años como un… ¡gallinero! Sí, el antiguo dueño de las tierras donde ahora se levanta la mansión usaba el islote para guardar sus aves de corral, sin peligro de que se escaparan. ¿Qué mejor sitio?
Una de las características que ha mantenido libre de grandes flujos de turistas a Es Canaret -además de los problemas con su acceso- ha sido que está relativamente aislada. No sólo no es muy conocida, sino que además no suele aparecer en las guías turísticas. Por eso, es importante seguir las indicaciones para no perderse.
Para llegar hasta la cala, tomaremos desde Sant Joan la carretera hacia Portinatx, y justo a la altura de Agroturismo Ca Sa Vilda Marge, veremos una pista asfaltada que sale hacia la izquierda y que está señalizada como “Es Caló de s’Illa”. Tomamos este camino y después de varios kilómetros, al llegar a una bifurcación que baja y está indicada como “Cala Xarraca”, la tomaremos y seguiremos hasta coger la tercera bifurcación a la izquierda (marcada con un poste pintado de rojo).
Seguiremos esta pista hasta dar con una señal que indica que el camino se termina unos metros más adelante, y tomaremos entonces un pequeño desvío a la derecha por una bifurcación que conduce a un depósito de agua, donde podemos aparcar. Desde aquí sale un sendero (está marcado como “sendero público peatonal” que nos conducirá, tras un pequeño paseo cuesta abajo atravesando los terrenos de la mansión, hasta la cala.
Es Canaret es un lugar privilegiado de aguas transparentes color turquesa, y sus fondos de roca y arena cuentan con una gran cantidad de peces así como de praderas de Posidonia, por lo que es un lugar idílico para los amantes del buceo. Aparte de unas pocas casetas varadero ideales para tomar el sol, disfrutaremos de una gran tranquilidad, escuchando prácticamente solo el sonido de los pájaros y la brisa del mar.
Es importante tener en cuenta que en Es Canaret no encontraremos ni sombrillas, ni hamacas, ni ningún sitio donde poder comprar comida o bebida, por lo que deberemos llevar cualquier cosa que necesitemos con nosotros. Aun así, esta pequeña cala secreta del norte de Ibiza es sin duda uno de esos lugares idílicos -y escondidos- que merece la pena descubrir… y visitar.